Mis periquitos.

viernes, 23 de diciembre de 2011

El laberinto del fauno.


Cuentan que hace mucho, mucho tiempo en el reino subterráneo, donde no existe la mentira, ni el dolor vivía un princesa que soñaba con el mundo de los humanos, soñaba con el cielo azul, la brisa suave y el brillante sol. Un día burlando toda vigilancia la princesa escapó. Una vez en el exterior la luz del sol la cegó y borró de su memoria cualquier indicio del pasado. La princesa olvidó quién era, de dónde venía. Su cuerpo sufrió frío, enfermedad y dolor. Y al correr de los años murió. Sin embargo, su padre, El Rey sabía que el alma de la princesa regresaría quizá en otro cuerpo, en otro tiempo y en otro lugar y él la esperaría hasta su último aliento, hasta que el mundo dejara de girar.
  • "Es un laberinto. Nada, un montón de piedras muy viejas que han estado siempre ahí, antes incluso que el molino. Mejor que ni te acerques te puedes perder."
  • - ¿Qué es ese ruido?
    - No es nada hija. Es el viento. Las noches aquí son muy distintas a las de la ciudad. Ahí se oyen los coches, los tranvías. Aquí las casas son viejas. Gruñen, hasta parece que hablan.
  • Hace muchos, muchos años en un país muy lejano y triste existía una enorme montaña de piedra, era negra y áspera. Al caer la tarde en la cima de es montaña florecía todas las noches una rosa que otorgaba la inmortalidad, sin embargo, nadie se atrevía a acercarse a ella, pues numerosas espinas estaban envenenadas. Entre los hombres sólo se hablaba del miedo a la muerte y al dolor, pero nunca de la promesa de la inmortalidad. Y todas las tardes la rosa se marchitaba sin poder otorgar sus dones a persona alguna. Olvidada y perdida en la cima de aquella montaña de piedra fría, sola hasta el fin de los tiempos.
  • "Pues mi abuela me decía que con los faunos hay que andarse con cuidado."
  • Al principio de los tiempos cuando el bosque era joven, vivían en armonía los animales, los hombres y las criaturas mágicas. Se protegían los unos a los otros y dormían juntos bajo la sombra de un frondoso árbol que crecía en la colina cerca del molino. Ahora el árbol se muere, sus ramas están secas, su tronco viejo y torcido. Debajo de sus raíces ha anidado un enorme sapo que no lo deja sanar. Habrás de meter las tres piedras de ámbar en su boca y recuperar una llave dorada que oculta en su vientre. Sólo así el árbol volverá a florecer.
  • - Habéis evitado la prueba.
    - No, mi madre está enferma.
    - ¡Bah! No es excusa para la negligencia. Mirad, esta es una mandrágora. Una planta que soñaba con ser humano. Colocadla debajo de la cama de vuestra madre… en un cuenco con leche fresca. Cada mañana, dadle de beber dos gotas de sangre. Ahora llevad a cabo la prueba. La luna llena ya está cercana. ¡Ah! ¡Ah! Dejaos guiar por ellas. Iréis a un lugar muy peligroso, tened cuidado. Lo que ahí dormita no es humano. ¡Ah! Veréis un jugoso banquete, no comáis, ni bebáis nada. Absolutamente nada. Os va la vida en ello.
  • "Con la tiza, trazaréis el contorno de una puerta en cualquier parte de tu habitación."
  • - ¿Por qué lo hizo?
    - Era lo único que podía hacer.
    - No, hubiera podido obedecerme.
    - Hubiera podido, pero no lo hice.
    - Pues hubiera sido mejor para usted. Eso lo sabe. No lo entiendo. ¿Por qué no me obedeció?
    - Es que obedecer por obedecer así, sin pensarlo, eso solo lo hacen gentes como usted, capitán.
  • Porque son inescrutables los caminos del Señor, porque en su palabra y en su misterio se encierra la esencia de su misericordia. Porque si bien Dios nos envía el mensaje, está en nosotros descifrarlo, porque al abrirnos los brazos la tierra se lleva solo el cascarón vacío y sin sentido. Lejana está ya el alma en la gloria eterna porque es en el dolor donde encontramos el sentido de la vida y el estado de gracia que perdemos al nacer. Porque Dios en su infinita sabiduría pone en nuestras manos la solución. Y porque solo en su ausencia física se reafirma el lugar que ocupan nuestras almas.
  • "- La puerta está cerrada.
    - En ese caso, haced vuestra propia puerta."
  • - Decidle a mi hijo, decidle a qué hora murió su padre. Decidle que yo…
    - No. Ni siquiera sabrá tu nombre.
  • "Y se dice que la princesa descendió al reino de su padre y que ahí reinó con justicia y bondad por muchos siglos. Que fue amada por sus súbditos y que dejó detrás de sí pequeñas huellas de su paso por el mundo visibles solo para aquél que sepa dónde mirar."

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El 90% de mí es ÉL.

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No estamos hablando de lo mismo.

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A ver cuando te enteras que la felicidad no es tenerlo todo, a ver cuando te enteras de que tenerlo todo se llama ambición. Yo soy ambiciosa, pero gracias a la ambición soy feliz. Y me gusta serlo.

Que nos miren,

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que se jodan.